![Retrato de Alberto Laiseca](https://cdn.sanity.io/images/s4dbqkc5/production/4caa26e5e49bdb0e9663a93082d7cda9825fc6e9-544x525.webp?auto=format)
Alberto Laiseca
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Alberto Laiseca (Rosario, 1941 - Buenos Aires, 2016) fue un escritor y poeta argentino. Su obra se caracterizó por un estilo grotesco y surrealista, con influencias de autores como Edgar Allan Poe, H. Rider Haggard y Julio Cortázar. La monumental novela fantástica Los Sorias (1998), de 1400 páginas, más el libro de cuentos Matando Enanos a Garrotazos (1982), son algunas de sus obras más reconocidas.
En televisión es especialmente recordado por sus narraciones en el ciclo Cuentos de Terror con Alberto Laiseca, programa emitido por la señal argentina iSAT entre 2002 y 2005. La Cuentoneta alberga una storylist particular en la cual se incluyen estas narraciones, con cuentos en formato texto + video, la cual puede ser consultada en este link.
A Las Ricas Empanadas
Chanchito con Manzana
—¿Qu… qué me pasó?
—Una araña. Grande, gorda, negra. Negra como vos. Ja, ja, ja…Todo el día la estaba verdugueando. Pero a la noche venía la venganza de la negra, porque le contaba cuentos de terror. Era una cosa doble, porque por un lado el pibe tenía mucho miedo y después no podía dormir, pero por otro le gustaba.
El Criadero de Chanchos
—Sí, contame. A mí me gustan.
—Bueno, pero ¿sabés qué pasa? El cuento que se me ocurrió contarte esta noche yo ni sé si debo contártelo, porque es un cuento tan horrible…
—Contámelo, contámelo.
—¿Estás seguro, vos?
—¡Sííí, contámelo! A mí me gusta.
—Bueno, está bien. Usted pide, yo le doy.“Ahí en el distrito de Suipacha, en la provincia de Buenos Aires, había hace muchos años un chacarero, muy bueno, que vivía con su mujer y su hijito. El chico se llamaba Oscar (Oscarcito). Era gente muy buena. El hombre tenía un criadero de chanchos. Serían como setenta animales. Y un buen día de ésos, para profundo horror de ellos, la mujer se murió. El hombre y Oscarcito se quedaron locos de dolor.“Vos tal vez sepas, Virgilito, cómo es un criadero de chanchos, y si no sabés te cuento. Hace falta mucha agua en los criaderos. Mucha agua. Porque Página 321 el chancho es un animal muy sucio y cada tanto vos tenés que limpiar toda la porquería. En los criaderos hay unas especies de acequias, que hacen los patrones, para abrir y largar el agua que va al campo. Entonces pasan cosas raras, se forman verdaderos pantanos. El agua, junto con la porquería del chancho, hace arriba una especie de capa, de corteza. Sobre todo en enero, cuando hay mucho calor, la parte de arriba, esa corteza, se seca y abajo está todo el pantano, está toda el agua. Parece que estuviera seco. Pero vos pisás ahí y te hundís. Te podés ahogar. Porque a veces son muy profundos. Ha pasado que hasta los mismos chanchos, y eso que son bichos muy entendidos, se ahoguen. Y quedan flotando, porque se pudren. Se hinchan y quedan flotando en esa cosa que parece seca pero en realidad es el principio del pantano. El principio de la muerte.”
El Hambre de los Muertos
—Sí, contame.
—¿Pero estás seguro? Mirá que este cuento es bastante espantoso, eh.
—No importa. Contameló. Me gustan.
—Bueno… si vos mismo lo pedís… Ta’ bien. Yo te lo cuento. Después no te quejés, ¿eh? No te vas a quejar después.“Allá en el viejo San Telmo, cerca del Bajo, había una casa en esquina, formando ochava. Creo que todavía existe esa casita. Estaba habitada por negros. Como era un lugar muy chiquitito los negros estaban apilados uno arriba del otro. Y un buen día de ésos vino la fiebre amarilla y los mató a todos. Así que la casa quedó llena de espíritus. Se sentían ruidos raros ahí. La gente no se animaba a pasar. Alaridos. Gemidos. “¡Me quemo! ¡Me quemo! ¡Tengo fuego en la cara, en la cabeza! ¡Agua! ¡Agua!”. Y no había nadie. El lugar estaba vacío.
La Venganza de la Mulata
—No entiendo.
—No importa. Cuando seas grande ya vas a entender. La cuestión es que la mulata juró venganza. “Me robó el macho”, decía. Mentiiira, si el Pedro ni la miraba. Entonces hizo como que quería hacerse amiga de la otra, pa’ embrujarla. Le negra era media zonza, como que no podía maliciar la maldad. Así que un buen día de ésos la mulata la invitó a su enemiga con un plato de mazamorra. La muy pavota se lo comió todito sin saber que adentro’ el plato le había puesto un maléfico… un diablo de los más fuertes. Como a la hora, más o menos, la chica se empezó a sentir mal. A la noche estaba muerta. El Pedro parecía un chico de lo mucho que la lloró a su negra. Como si hubiese maliciado a quién le debía la desgracia, a la mulata no la dejó entrar al velorio.“Habrán pasado dos días que a la mujer la habían enterrado, cuando en el barrio se escuchó una risa, espantosa: “Jaá, jaá, jaá, jaááá”. Salía como de la casa de la bruja.”“Pasaron cuatro años y la Municipalidad mandó cavar la parte humilde del cementerio. Había que sacar a los difuntos para poner otros nuevos, porque a nosotros los pobres ni de muertos nos dejan descansar. Cuando abrieron el cajón de la negra vieron que el esqueleto estaba medio dado vuelta. Los bracitos para adelante, como si hubiese arañado, y la boca abierta. Ahí se supo por qué se reía tanto la bruja aquella noche: porque en ese momento la negra se acababa de despertar. Los que trabajan con el maléfico ven de lejos. Estaba gozando con la desesperación de la otra. Las mulatas son lo más pior que puede haber. Y te lo digo yo, que soy negra. Y ahora sí se terminó. Pónete a dormir.”