
Juan Ruocco

Juan Ruocco (Buenos Aires, 1987) es un periodista y escritor argentino. Entre sus obras de ficción se encuentran el libro de relatos Autopista al espacio (2019) y las novelas 3220 (2021) y El coloso justicialista (2021). Su obra más reciente, en género de no ficción, es ¿La democracia en peligro? (2023), libro en el que explora cómo los memes y otros discursos marginales de internet se apropiaron del debate público.
Fue creador de la revista Velociraptors y de Random Podcast. Junto a Pablo Wasserman, desde 2020, es fundador del foro Círculo Vicioso y host de su programa de streaming semanal. Actualmente se desempeña como columnista en el programa de streaming Escucho Ofertas del canal Blender, dirige el nuevo medio digital 421 Broadcasting Network y es habitual colaborador en una variedad de diarios y revistas.
Autopista al espacio
El caballero etílico
Tras haber pasado un largo tiempo inactivo, el temido dragón Martorell volvió a atacar la estancia de Demetrio Bullrich, amo y señor de Villa Madariaga. El bisabuelo paterno de Demetrio, Alfonso Bullrich, que había poblado la zona, supo ser el responsable de la riqueza y la prosperidad familiar y fue quien de una sola vez galvanizó la fortuna de la familia para las generaciones venideras, al alambrar cuarenta mil hectáreas.
El secreto del conejo
Insectificación
Interferencia metafísica
La ira del dios raptor
Los gnomos
Naranja luna
II.Fui a ver a mi vieja, era la única que todavía me bancaba, y le pedí guita. Mi vieja dijo “siempre igual, sos un vago, no cambiás más” y se largó a llorar para después soltar la daga más filosa “¿Por qué se tuvo que morir Esteban, que era bueno, estudioso, trabajador?” No le dije nada y me fui a la cocina a preparar un mate. Mi vieja entró con un fajito de billetes, más te vale que me lo devuelvas, ya no te aguanto más, me dijo. Agarré la plata, tomé un mate, le dí un beso a mi vieja y me fui. Manejé hasta la santería y pregunté por Mirta pero me dijeron que no estaba. Al pibe del mostrador le mostré la estampita y le pregunté si lo conocía, llevale un par de velas negras, y ojo que tenés que cumplirle eh. Mirá que ese no perdona, me dijo. Agarré las velas y me fui a cargar nafta. Compré un sánguche en la estación de servicio, encaré para la Ruta 3 y le metí hasta el kilómetro indicado en la estampita, cerca de Las Flores. Llegué con el cielo ya anaranjado. Dejé el auto en la banquina y a un par de metros, atrás de un árbol, encontré un santuario pequeño con una estatuita del santo, el mismo esqueleto con túnica negra y guadaña. Prendí las velas, las puse junto al santo y largué mi pedido: un equipo nuevo de GNC y laburo; a cambio, ofrecí construirle un altar mejor, de cemento, para que los que pasaran por ahí le rindieran tributo. Al final, nunca pude cumplir con mi parte.
III.