
Lydia Davis

Lydia Davis (1947, Northampton) es una ensayista, traductora y escritora norteamericana cuya obra ha estado dedicada mayormente al relato breve y a la traducción de obras clásicas de la literatura francesa, incluyendo El Camino de los Cisnes de Proust y Madame Bovary de Flaubert. Ha sido galardonada con la Beca Guggenheim en 1997 y recibió el Premio Internacional Booker en 2013. Su novela El final de la historia (1995) y la colección de cuentos Ni puedo ni quiero (2014) son algunas de sus obras más reconocidas.
Idea para un Cartel
Ayudaría si cada uno usara un pequeño cartel que dijera de qué manera podríamos o no molestar a otros pasajeros, como por ejemplo: No hablaré por celular; no comeré comida olorosa.
En el mío diría: No hablaré para nada por celular, salvo tal vez una corta comunicación con mi marido al principio del viaje, resumiendo mi visita a la ciudad, o, rara vez, un aviso rápido a alguna amiga para avisar que llego tarde; pero reclinaré mi asiento al máximo, por casi todo el viaje, excepto cuando coma mi almuerzo o mi tentempié; de hecho es posible que ajuste levemente la inclinación de a ratos durante el viaje; tarde o temprano voy a comer algo, generalmente un sándwich, a veces una ensalada o un recipiente de arroz con leche, de hecho dos recipientes de arroz con leche, aunque pequeños; un sándwich, casi siempre de gruyere, con poco queso en realidad, solo una feta, y lechuga y tomate, el sándwich no será notablemente oloroso, al menos en mi opinión; soy lo más prolija que puedo con la ensalada, pero comer ensalada con un tenedor de plástico es incómodo y difícil; soy prolija con el arroz con leche, como bocados pequeños, aunque, cuando remuevo la tapa sellada del recipiente, puede hacer un sonido fuerte por solo un momento; puedo pasármela desenroscando la tapa de mi botella de agua y tomando un trago de agua, especialmente mientras como mi sándwich y hasta aproximadamente una hora después; puedo ser más inquieta que algunos otros pasajeros, y puedo limpiarme las manos varias veces durante el viaje con una pequeña botella de alcohol en gel, a veces me pondría crema para manos después, lo cual implica abrir mi cartera, sacar un neceser, abrirle el cierre y, al terminar, cerrar el cierre y volver a guardarlo en la cartera; pero puedo también sentarme perfectamente quieta por algunos minutos o más mirando por la ventanilla; puedo no hacer otra cosa que leer un libro durante casi todo el viaje, excepto por una caminata por el pasillo al baño y de regreso a mi asiento; pero, otro día, puedo cerrar el libro a cada rato, sacar una pequeña libreta de mi cartera, remover el elástico que la mantiene cerrada, y hacer una anotación en la libreta; o, cuando leo el suplemento de una revista literaria, puedo arrancar páginas para guardarlas, aunque trataré de hacer esto solo cuando el tren esté parado en una estación; por último, después de un día en la ciudad, puedo desatarme los cordones y sacarme los zapatos la mayor parte del viaje, especialmente si los zapatos no son muy cómodos, y apoyar mis pies descalzos sobre los zapatos más que directamente en el piso, o, muy raramente, puedo sacarme los zapatos y ponerme pantuflas, si llevo un par, y dejármelas puestas hasta que ya casi haya llegado a destino; pero los pies están bastante limpios y las uñas de los pies tienen un lindo esmalte rojo oscuro.