Sueños
Eduardo GaleanoI.
Los cuerpos, abrazados, van cambiando de posición mientras dormimos, mirando hacia aquí, mirando hacia allá, tu cabeza sobre mi pecho, el muslo mío sobre tu vientre, y al girar los cuerpos va girando la cama y giran el cuarto y el mundo. “No, no –me explicás, creyéndote despierta–. Ya no estamos ahí. Nos mudamos a otro país mientras dormíamos”.
II.
Yo te contaba historias de cuando era chico y vos las veías ocurrir en la ventana.
Me veías de gurí andando por los campos y veías los caballos y la luz y todo se movía suavemente.
Entonces recogías una piedrecita verde y brillante del marco de la ventana y la apretabas en el puño. A partir de ese momento eras vos la que jugaba y corría en la ventana de mi memoria, y atravesabas galopando los prados de mi infancia y de tu sueño, con mi viento en tu cara.
III.
Te despertaste, agitada, en el medio de la noche:
–Tuve un sueño horrible. Te lo cuento mañana, cuando estemos vivos. Quiero que ya sea mañana. ¿Por qué no hacés que ahora sea mañana? Cómo me gustaría que fuera mañana.
IV.
Querías fuego y los fósforos no se encendían. Ningún fósforo te daba fuego. Todos los fósforos estaban decapitados o mojados.