Triskelion

Héctor Germán Oesterheld

Sombras

Vive en un planeta de tantos, iluminado por una estrella de mediano poder.

Vive solo, aunque lo rodean millones de sombras iguales a él.

Como todas las sombras, tiene voz y sabe usar las palabras, pero ocurre que las palabras son iguales pero cambian según la boca.

Para uno «Te quiero» significa «quiero poseerte»; ya mismo y quizá mañana pero no más.

Para otro «Te quiero» es amarte para toda la vida, y después, y aún después de todos los después.

«Ausencia» puede ser un vacío, o un tedio, o un dios que se apagó.

«Muerte» puede ser horror último o gran consuelo, la nada o un recuerdo que palidece y se apaga, rostros que cada vez se convocan menos. O puede ser también «Vida»…

Imposible entenderse, pues en el planeta de los millones de sombras muchos están tan solos que ni siquiera lo saben. Cada uno sumergido en su propia herida. Casi nadie dice «perdóname» o «¿me necesitas?» o «quiero ayudarte».

Cuando las sombras se unen sólo suman heridas, soledades. ¡Pobres, pobres sombras del planeta de las sombras; pobres sombras con los ojos llenos de imágenes que no ven!

¡Pobres videntes ciegos, que perdieron para siempre las claves de la luz!

Es como si en el «Libro» estuviera escrito: negaos los unos a los otros.

Huerta

—¿Y en Sol, rrRiy, cómo va la cosa?

—En Sol, oh AAAaaA, la cosa va bastante bien. No prendieron las semillas ni en Sol 2 ni en Sol 4, como pensábamos, pero en cambio Sol 3, como no pensábamos, resultó un éxito. Vida por todas partes, una raza inteligente, aunque muy torpe, durante muchísimo tiempo pareció que no serviría para nada, pero cuando decidimos catalizarla mejoró en forma insospechada, ya tienen más de treinta mil atómicas listas para ser detonadas. Una sola calispa y podremos cosechar.

—Mira que necesitamos mucha ncrea, rrRiy…

—Descuida, oh AAAaaA, habrá de sobra, más de tres mil millones, y todos en un día.

Joya

«Ésta es la joya más valiosa de todo el Museo. Por eso el gran marco de oro y brillantes y el fondo de terciopelo. Para conseguirla fue necesario aniquilar a toda una gran raza, sorprendiéndola en la cima de su gloria y de su oprobio.»

(Leyenda al pie de una lágrima humana, en el Real Museo de las Razas Desaparecidas, en Guramanda, Xamia.)